Un vampiro es un muerto viviente dotado de una enorme fuerza y poder, que mantiene su inmortalidad bebiendo la sangre de seres vivos.
El origen de los vampiros
Los vampiros o, como les gusta autodenominarse, los vástagos, existen desde los tiempos más antiguos que recuerda el hombre. Sobre su origen hay dos teorías principales:
La primera señala a Lilith, Reina de la Noche, Madre de los Demonios y primera mujer de Adán, como la auténtica y primigenia vampiresa. Creada por Dios a la vez que Adán, resultó tener un alma demasiado oscura y retorcida. No engendró más que espíritus del mal, por lo que fue apodada “Monstruo de la Noche”. Eran famosos sus festines de sangre noche tras noche e, incluso, se dice que seducía a hombres mientras dormían para conseguir aumentar su diabólica descendencia, conocida como súcubos.
La segunda teoría señala a Caín como el vampiro original, de ahí que los vampiros también sean conocidos como “cainitas”. Cuando Caín mató a su hermano Abel fue desterrado a las tierras de Nod y allí fue condenado a vagar llevando consigo una maldición. Temería al sol de por vida y sentiría una sed insaciable de sangre. En su exilio coincidió con Lilith, que le enseñó a canalizar el poder de la sangre para aumentar su fuerza como vampiro.
Aunque la historia de los vampiros se remonta milenios atrás, su máximo apogeo se produjo entre los siglos XV y XVI en Europa, principalmente en Rumanía y Hungría. De hecho, Transilvania, región central de Rumanía, es conocida por ser la cuna de los vampiros y donde pasó gran parte de su vida el más famoso de todos ellos; el conde Vlad Drakul, más conocido como conde Drácula o, también, como “el Empalador”, apodo que ganó debido al gran placer que sentía comiendo ante los cuerpos empalados de sus enemigos. Vlad Drakul fue uno de los más crueles vampiros de la historia y extendió su mal por Alemania y, más tarde, al resto de Europa.
Vampiros y murciélagos
Los vampiros se han relacionado desde siempre con la figura del murciélago. Esta asociación también puede tener su origen en las zonas transilvanas, donde los murciélagos mordían a seres vivos para succionar su sangre. Se piensa que transmitían la rabia y por eso los humanos infectados comenzaban también a succionar y a transmitir la enfermedad al resto de seres vivos.
Otra leyenda habla de un tipo especial de vampiro-murciélago llamado azemán, muy frecuente en Sudamérica, que tiene la forma de una mujer durante el día y por la noche se transforma en un murciélago. Cada noche sale de caza en busca de nuevas víctimas para arrancarles un dedo del pie. Cuando la sangre brota, el vampiro bebe hasta quedar saciado y, al llegar el día, vuelve lleno de vida a su forma de mujer.
Lo cierto es que algunos vampiros son capaces de transformarse en murciélagos de forma natural, como lo hace un licántropo. Esta forma les permite escapar rápidamente de un enemigo o, incluso, entrar en las casas de mortales sin su consentimiento, cosa que no pueden hacer cuando están en su forma de vampiro, al no ser que reciban una invitación formal.
Detectar a un vampiro
Existen signos inequívocos para saber que estamos ante un vampiro. A los días de fallecer el sospechoso, se abre la tumba y se examina el cuerpo. El cadáver de un vampiro no se descompone y, a pesar de su palidez y rostro ojeroso, sobre todo si no se ha alimentado recientemente, presenta un aspecto casi saludable que persiste por más que pasen los días.
Los nuevos vampiros siempre vuelven a su tumba durante el día, pero con los años pueden descansar en casas y mansiones que habilitan para este fin y donde ubican sus ataúdes.
El beso del vampiro
La forma de generar un nuevo vampiro no es muy complicada si se tiene el suficiente autocontrol. Solamente un vampiro puede crear a otro mediante “el beso del vampiro”; cuando una víctima se encuentra ante un vástago es muy fácil que quede hipnotizada y seducida por éste, entonces el vampiro busca la arteria carótida de su víctima (los vampiros prefieren la sangre limpia), a la que accede fácilmente desde el lateral del cuello, y clava sus colmillos con una gran precisión. De este modo puede beber de la víctima todas las veces que necesite sin que se desangre excesivamente. Este proceso puede durar varios días o algunos minutos, dependiendo del beso, pero suele concluir de la misma forma; la víctima muere de debilidad. Una vez que ya no queda sangre del mortal, justo en su último hálito de vida, el vampiro creador llena con su propia sangre el cuerpo de la víctima. Una sola gota de sangre vampírica sobre la boca del fallecido es suficiente para que despierte la Sed y comience a beber. Pasados unos días o, puede que incluso unas pocas horas, el muerto despierta en su tumba como un nuevo vástago.
No todos los “besos de vampiro” acaban con un nuevo vástago. Si el mortal no es desangrado y no muere, pero ha bebido la sangre de un vampiro, sigue viviendo normalmente aunque adquiere una nueva fuerza y vitalidad. Le afecta menos el paso del tiempo y su aspecto es de lo más saludable, pero se crea una dependencia con el vampiro de manera que podríamos decir que pasa a ser su “esclavo”, creando también un vínculo sexual, y haciendo todo lo que el vampiro le pida por un poco más de su sangre.
Nueva “vida” para el vampiro
El nuevo vampiro conserva el mismo aspecto que tenía cuando estaba vivo, aunque los más observadores notarán una mirada distinta, más primaria, cruel y salvaje. La mirada de un depredador cuyos sentidos son ahora más agudos. Su cuerpo no proyecta sombra alguna y desaparece su reflejo en el espejo. También empiezan a destacar sus alargados incisivos, normalmente contraídos hasta el momento de la caza, las orejas ligeramente más puntiagudas, el mal aliento y, en algunos casos, el vello abundante en las palmas de las manos.
Al cuerpo del neonato llega, también, la muerte de los órganos. El corazón no late, los pulmones no respiran y el estómago tampoco hace la digestión. De ahí que el único alimento que necesita un vampiro sea la sangre de un ser vivo, y la necesita, precisamente, para impedir que continúe el proceso de putrefacción de su cuerpo mortal. Esta sangre no pasa ya por venas ni arterias, si no que se distribuye homogéneamente por el interior del cuerpo mediante ósmosis. La sangre pasa a ser el único fluido presente en el cuerpo del vampiro, y por esto lloran oscuras lágrimas de sangre.
Es algo paradójico que se diga de los vampiros que son inmortales, porque realmente lo son mientras encuentren sangre que permita que no se descomponga su cuerpo. Un vampiro también tiene sus propias luchas internas. Siente una obsesión, por no decir adicción, a la sangre. El Hambre del vampiro nunca descansa y lo lleva a estar siempre al límite, en eterno conflicto sobre alimentarse o dejarse llevar totalmente para saciar la Sed. Es duro convivir con la Bestia dentro que, constantemente, lucha para ser liberada y cometer los crímenes más atroces. Sólo los vampiros con gran autocontrol muestran esa poca humanidad que, a veces, parecen tener.
Cómo acabar con un vampiro y otros mitos
Se piensa, erróneamente, que para matar a un vampiro basta con clavar una estaca de madera en su corazón. Este acto es necesario pero no suficiente, ya que clavando la estaca podemos dejarlo bloqueado temporalmente pero, para que realmente muera, es necesario quemarlo después en una hoguera o exponer su cuerpo al sol durante varios días. Las balas, cuchillos y demás armas sólo causan heridas que sanan con asombrosa facilidad en el cuerpo de un vampiro. Hay otras teorías sobre cómo dar muerte a un vampiro como, por ejemplo, abrir su ataúd durante el día, clavar una estaca en el corazón y enterrarlo en una tumba cavada en un cruce de caminos, pero esta estrategia no siempre tiene el éxito deseado.
Hay otros símbolos y objetos que también son usados para herir o ahuyentar a los vampiros como, los crucifijos, el agua bendita y el ajo. Nada de esto daña realmente a un vampiro, como mucho lo distrae temporalmente. El sol los debilita y los quema, pero no tan rápido como se pudiera pensar, aunque quedan muy desorientados y se vuelven mucho más lentos, perdiendo su celeridad habitual (esa gran velocidad que hace parezcan un torbellino cuando se mueven). Sólo los vampiros poderosos aguantan varios días al sol.
También existen algunos mitos que son, simplemente, falsos, como que los vampiros no pueden cruzar aguas en movimiento. Si esto fuera cierto, no se habrían extendido por todo el mundo, aunque hay leyendas que explican que sí pueden hacerlo portando tierra de su tumba en el ataúd.
El vampiro en sociedad
La sociedad vampírica, lejos de lo que pueda parecer, está perfectamente estructurada y se rige según las normas impuestas por los vampiros más antiguos. Se organizan en clanes, al frente de los cuales suele haber un príncipe. Este príncipe se encarga de mantener el orden en su zona geográfica. Por encima de los príncipes está el Consejo, una agrupación de los vampiros de las primeras generaciones que se encarga de mantener cierta paz entre clanes.
Los que apoyan la teoría de Caín como primer vampiro tienen definidas las generaciones de vampiros existentes en función del nacimiento del primer vampiro. Es decir, Caín, sería el primer y único miembro de la generación primera, y su descendencia directa formaría la segunda generación, así como la descendencia de ésta formaría la tercera, etc. Se calcula que, en la época actual, los vampiros recién nacidos forman parte de la 13ª generación.
Sobra decir que el poder de un vampiro es mayor cuanto más viejo es, no sólo por el control y aprendizaje que acumula durante los años, si no porque los más viejos pertenecen a las primeras generaciones y tienen la sangre más pura, siendo su poder inmensamente mayor que el de un vampiro de generaciones posteriores.
Teniendo esto en mente, los vampiros están clasificados así:
Neonato
Vampiro recién creado y presentado al príncipe del clan al que pertenece. Existen algunos vampiros recientes que no pertenecen a ningún clan en concreto. Éstos se denominan Caitiff.
Ancilla
Son vástagos jóvenes pero prometedores por su disciplina y control de su poder. Son preparados para ocupar el puesto de Antiguos con los años.
Antiguos
Son los vástagos que están al poder de la sociedad vampírica. Tienen entre 200 y 1200 años. Se encargan de que se cumplan las normas.
Matusalén
Esta posición la ocupan vampiros cuya edad alcanza los 1200 años. Se produce un cambio realmente palpable. Pasan a parecer menos humanos, más ancianos y físicamente están más delgados. La Bestia en ellos ha tomado el control y no tienen prácticamente humanidad. Son enormemente fuertes y fieros.
Antediluvianos
Los más antiguos y se piensa que sólo existen en Europa. Son la descendencia directa de Caín y llegan hasta la tercera generación. Son tan fuertes, sabios y poderosos que su simple mención genera auténtico terror entre sus vástagos. Afortunadamente, son realmente raros y escasos.
La supremacía del cazador
Según crece y cumple años, el vampiro aprende a desarrollar la fuerza y aumentar los poderes. Algunos de los primeros atributos que adquiere son el carisma y un gran magnetismo sexual, pero son tan sutiles que un mortal no se da ni cuenta, aunque sienta el deseo de acercarse al vampiro. Si unimos estos rasgos a su capacidad de manipulación comprenderemos que un vampiro es capaz de deshacerse de su víctima sin apenas usar la violencia. Pueden usar la hipnosis y conseguir que el mortal pierda su voluntad con sólo una mirada.
Tienen también otros talentos que no dudan en usar cuando una víctima les planta cara. Son muy fuertes y atléticos, poseen una gran celeridad en sus movimientos y son realmente astutos. Siempre mantienen un estado de alerta, incluso cuando descansan, por lo que es casi imposible encontrarlos desprevenidos.
Otra cualidad que les es muy útil para la supervivencia es su sigilo. Un vampiro puede aparecer en un lugar rápidamente y, pese a eso, pasar desapercibido. De hecho, puede estar horas camuflado en la oscuridad sin que ningún otro ser lo perciba gracias a su poder de ofuscación.
Algunos vampiros son capaces de aumentar sus poderes mentales hasta el punto de comunicarse mediante telepatía. Consiguen, además, inspirar temor, causar inmovilidad e, incluso, introducir una idea en la mente de su víctima sin que ésta se percate. Estos vampiros también son capaces de desvanecerse y hacerse invisibles.
Los escasos vampiros matusalén y antediluvianos poseen, además, otros recursos realmente demoledores, como la capacidad de transformarse en cualquier monstruo o animal que deseen, o la llamada “máscara de las mil caras”, que consiste en hacer creer que eres otra persona o cosa sin necesidad de cambiar de aspecto. En este caso, quien mire al vampiro no le vería, sino que vería la imagen que el vampiro pretende mostrar.
Los vampiros y la paz
Durante el periodo de la Inquisición se consiguió mermar considerablemente el número de vampiros en Europa. Éstos, viendo la supervivencia de su especie más que amenazada, decidieron ocultarse y pasar desapercibidos, como cualquier otro mortal. Llegó el momento de la Mascarada, en el que los vampiros sólo mostraban su auténtico aspecto cuando estaban de caza, pero siempre evitando que nadie, excepto su víctima, los descubriese.
De este modo, han conseguido convivir también con los hombres lobo, de quienes son auténticos enemigos y por los que sienten un verdadero desprecio. Aunque cuando un vampiro está cerca de un hombre lobo y viceversa, se huelen, se presienten y se descubren.